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Casi mes y medio después de la tragedia de Pasamayo, en la que murieron 52 personas que venían a Lima, nuevamente somos testigos de un hecho similar que enluta al país entero: durante la última madrugada, en la región Arequipa, otro vehículo de pasajeros rodó por un abismo dejando al menos 44 fallecidos, lo que sin duda generará durante uno o dos días expresiones de pesar por parte de las autoridades y el anuncio de medidas para evitar estos dramas.

Lamentablemente, todos los accidentes que hemos tenido hasta la fecha, que son muchísimos con miles de muertos como saldo, no han llevado a que se tomen acciones decisivas para impedir tragedias que son producto de la informalidad de los malos transportistas, esos que en algunos casos no pagan ni SOAT, y de la mala fiscalización de un Estado que no es capaz de poner orden en las pistas, sea por dejadez, incapacidad o corrupción.

En días pasados comentaba en este mismo espacio sobre la gran deuda que tiene el Estado en los ámbitos de la educación y la salud pública, así como frente a la inseguridad en las calles. A eso habría que añadir que existe un pendiente que tiene que ver con dotar de seguridad al transporte terrestre de pasajeros, especialmente el interprovincial, que es aquel que usa la gente más necesitada que no puede pagar un avión y que por ahorrar unos soles opta por “empresas” más que dudosas.

Y más allá de los accidentes en sí, habría que ver en qué situación quedan los familiares de los fallecidos o los heridos. ¿Reciben las indemnizaciones que les corresponden? ¿Qué hace el Estado frente a esto? ¿Deja que los afectados se las tengan que ver en el Poder Judicial con procesos que pueden dudar cinco o diez años? ¿Es así como se fomenta el turismo interno, incluso con cuestionados feriados largos para los servidores públicos?

El problema no es de ahora, pero tenemos un gobierno que entre sus funciones tiene la de hacer lo que antes se dejó de lado por décadas. Para eso se le dio la administración del país. El Ministerio de Transportes y Comunicaciones, así como las direcciones regionales del sector, tienen mucho que hacer para no estar lamentando más tragedias como la de Pasamayo o la de Arequipa. Por primera vez en la historia, las pistas en el Perú tienen que ser seguras para los pasajeros.