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Uno de los grandes problemas que padece ese binomio indivisible que es Lima y Callao es el caos total en que se encuentra el transporte vehicular debido, entre otras cosas, a la falta de autoridad que impera en nuestras vías y a la ausencia de capacidad de gestión de los alcaldes distritales, que han sido rebasados por el delito, la informalidad y por la actitud violenta de los malos transportistas, que se enfrentan a policías y fiscalizadores, lo cual resulta inaceptable.

Hace poco hemos visto a un grupo de vándalos motorizados peleándose en Surco por "controlar" un paradero usado para el ilegal servicio de taxi en moto lineal, cerca del óvalo Los Cabitos. Fue una batalla campal como las que tenemos a diario en otros distritos. Por lo general, mototaxistas y choferes de combi se enfrentan a policías e inspectores de tránsito como si las calles de Lima y Callao fueran la selva, donde se impone el más salvaje y el que más agrede a golpes y pedradas.

Y mientras eso ocurre, en arterias como la Vía Expresa circulan con total impunidad los llamados "taxis colectivos", también ilegales, que incluso paran debajo de los puentes para dejar pasajeros que, irresponsablemente, tienen que subir caminando por las rampas de uso exclusivo de vehículos. ¿Y la Policía? Nunca está. Una situación similar se ve en la avenida Arequipa o en Mariscal Castilla, en Surco. ¿Dónde está la autoridad? Nadie lo sabe.

Pero hay otro grave problema: la falta de autoridad para mandar al depósito a vehículos con exceso de papeletas por infracciones o a aquellos que a todas luces no han pasado una revisión técnica o cuyos conductores han sobornado a alguien para que les den un certificado de estar "apto". ¿Cómo es posible que haya autos, combis y micros que se caen a pedazos y no son parados en la primera esquina para que dejen de ser un peligro para la ciudad? ¿Dejadez? ¿Corrupción? ¿Las dos cosas? Acaba de entrar en funciones la Autoridad de Transporte Urbano (ATU), adscrita al Ministerio de Transportes y Comunicaciones, y habrá que ver si algo puede hacer para frenar el desmadre que vemos a diario en las pistas, donde se pierden muchas vidas. La capital y el vecino puerto no pueden seguir en manos de gente que cree que puede hacer lo que le da la gana, y que se siente capaz hasta de pegarle a un policía para evitar una papeleta. ¿Así decimos que somos un país civilizado?