Con el envío al olvido de la Ley de Promoción Agraria durante la noche del viernes último, lo que permitió el desbloqueo de las vías en las regiones Ica y La Libertad, y a su vez el alivió la tensión política y social en el país, queda ahora dar una norma que garantice el respeto a los derechos de los trabajadores y no lleve al naufragio la actividad agroexportadora que ha sido uno de los motores de nuestra economía en las últimas dos décadas.

Sin embargo, cabría preguntarnos si el actual Congreso plagado de populistas, demagogos e irresponsables sedientos de aplausos y votos, va a ser capaz de producir una norma adecuada para un sector que no debería ser objeto de politiquerías ni de la aplicación de acciones alejadas de criterios técnicos, salvo que se quiera la desaparición de una actividad que coloca uvas, alcachofas, pimientos, mangos y espárragos con valor agregado en mercados de todo el mundo.

Habría que ver si los que piden una nueva Constitución sin saber por qué, los que han aprobado el retiro de fondos de la ONP, los que eliminaron el cobro de peajes sabiendo que se violaba un contrato ley, aquellos que dicen que el COVID-19 se esparce desde aviones o los que sostienen que la vacuna contra el coronavirus altera el ADN, podrán trabajar con responsabilidad una nueva ley en los meses previos a una elección.

De otro lado, así tengamos una nueva ley muy cercana a la perfección, poco o nada se podría hacer si no existe una adecuada fiscalización laboral, que parece ser la mayor debilidad en el ámbito agroexportador. El papel puede decir muchas cosas, pero si la autoridad de trabajo personificada en los inspectores de Sunafil no cumple con su rol de verificar y evitar los abusos de malos empresarios, todo seguirá igual.

Los peruanos debemos estar muy atentos a lo que haga este Congreso, que se ha ganado a pulso la desconfianza de la mayoría de peruanos, y más aun a pocos meses de una elección en que se trata de ganar votos como sea. Cuidado con dar una norma que en el mediano o largo plazo haga que los extensos campos de cultivo que hoy cubren gran parte de nuestra costa, vuelvan a ser los áridos e inservibles desiertos de antes.