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La clase es algo más fácil de reconocer que de definir. Todos podemos advertir cuando una persona, especialmente un político o un empresario, obra con clase, y si la tiene realmente o no. La ausencia de clase también es muy fácil de detectar. Se puede tener mucho poder político o económico y adolecer de clase, y eso se nota. En todo el mundo, los que tienen clase se distinguen porque se vuelven personas especiales e importantes. La clase no se vende en las bodegas. Es una combinación entre obrar con integridad y ser admirado por el especial proceder en todas las situaciones. Es proceder como un real caballero o una dama. La verdadera prueba de alguien con clase se pone de manifiesto en situaciones de crisis o problemas. La manera de responder frente a ellos es lo que determina cuán especiales llegan a ser determinadas personas. Los líderes más inspiradores son personas con clase. El gran reto de los dirigentes políticos y empresariales en nuestro país es justamente demostrar que sí es posible obrar con clase. Después de un largo tiempo, la Confiep está abordando el tema de la promoción y premiación de la integridad, elemento indispensable para tener clase. La columna del experto en compliance Eduardo Herrera en el portal de la Confiep es una buena señal. El comportamiento ético se está volviendo un tema verdaderamente importante. En un país que ha venido premiando la efectividad a cualquier precio, parece haber llegado el momento de que prevalezca la integridad.