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Nunca como hoy los poderes del Estado se han visto tan enrevesados, confrontados y cuestionados, propiciando que la institucionalidad haga agua y que la población en su mayoría navegue en un desencanto que va in crescendo, acercándose al aborrecimiento a las autoridades (que se evidencia en las encuestas).

Poder Ejecutivo: es el ala que ejerce el gobierno del Estado. Martín Vizcarra y su premier César Villanueva suman puntos en la ciudadanía con la amenaza con ponerle llaves al Congreso, una alternativa populista que, si bien tiene asidero constitucional y está justificada por el desvergonzado accionar de los parlamentarios, en este momento sería una puñalada mortal para la democracia y el desarrollo del país.

Poder Legislativo: es la rama del Estado que hace las leyes y que ejerce el control político sobre el Ejecutivo. ¿Leyes? Algunas. La mayoría keikista más se ha dedicado a ser una piedra en el zapato del Mandatario y ahorita mismo le saca canas verdes con el referéndum, habiéndole dado gato por liebre en el tema de la bicameralidad. El blindaje a Becerril y al fiscal Chávarry -el hombre que no quiere irse- no tiene nombre.

Poder Judicial: es el ente encargado de ejercer y administrar la justicia en la sociedad. La judicatura en general ha quedado peor que palo de gallinero luego de los “CNMaudios” o audios de la vergüenza, mientras los delincuentes siguen saliendo libres, abundan los jueces coimeros y los gritos de justicia retumban a diario en los recovecos del ministerio del ramo y en el Ministerio Público.

A ver si la política y la justicia copian un ápice del amor por el Perú que muestran los “tigres” de Gareca.