El Perú es un país mega diverso, con inmensos recursos naturales y ha sido, además, la cuna de una civilización milenaria. Todo ello lo hace único y con un potencial inmenso que algunos quieren destruir en aras de diversos intereses ocultos que, obviamente, están ligados a las peores mafias de la ilegalidad, la corrupción y las ideologías trasnochadas.
Sin embargo, los peruanos que queremos paz en nuestro país somos y seremos siempre muchos más. Entendemos las necesidades postergadas de miles de ciudadanos y la frustración que ello conlleva. Pero ello, como nos lo recuerda la historia, no se soluciona con violencia. La violencia solo trae más violencia y destrucción, truncando los sueños de miles de familias.
De ahí que, aunque suene trillado, la solución a la postergación pasa por el diálogo. Un diálogo sincero; sin amenazas de ninguna de las partes donde podamos, por un lado, escucharnos y, por el otro, reencontrarnos para construir juntos y unidos el país en el que todos queremos vivir.
En este reencuentro tenemos necesariamente que pasar de las mesas de diálogo a las mesas de acción que tengan por finalidad, en el muy corto plazo, atender las necesidades desatendidas con recursos claramente asignados y fechas de entrega que sean por todos auditados.
Si todos empujamos en ese sentido, lo lograremos. El Perú siempre ha sido y será mucho más grande que sus problemas y ello porque al final siempre los que hemos estado por el lado de la paz, hemos sido muchos más.