En el 2009, cuando el entonces presidente Alan García firmó el contrato para la construcción de la autopista del Sol, la noticia fue celebrada en el norte del país, desde Sullana hasta Trujillo. Esta vía se uniría a la autopista del norte, hasta Pativilca, Lima. Lamentablemente, la empresa encargada de la obra no ha avanzado ni al 50% de los 475 kilómetros de su ejecución.

Por eso es que el ministro de Transportes y Comunicaciones (MTC), Martín Vizcarra, dijo el año pasado que la vía completa culminará el 2020, no sin antes ayudar a destrabar los complejos proceso de expropiación de tierras. No obstante, al paso que vamos, tendremos para rato en la banca de espera.

Lo curioso es que el cobro del peaje sí ha tenido un alza de manera puntual. Mientras tanto, lo peor de todo es que ninguna autoridad se ha comprado el pleito -ni los miembros de esa rimbombante mancomunidad nororiental que hasta ahora no se sabe qué de bueno ha conseguido- para sacar la cara por las “víctimas” de esos pagos, los choferes.

Llama más la atención la lentitud con que trabaja la empresa Covisol en la construcción de la doble calzada del tramo Sullana-Trujillo y la rapidez para subir los precios de las cinco estaciones de peaje. Hemos visto el incremento en el costo, aún sin el uso de la mencionada autopista.

La autopista del norte es necesaria ahora más que nunca. Por ejemplo, si hubiera la doble calzada entre Piura y Chiclayo, la vía no habría quedado en jaque por las lluvias de la temporada. De igual manera, los especuladores de productos de primera necesidad no hubieran podido aumentar sus precios alegando la falta de vías de comunicación. Salvo mejor parecer.