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Es importante que el Legislativo priorice las reformas que nos ayudarán a salir de la actual crisis institucional. En esa línea, he presentado un proyecto de ley para volver a la bicameralidad, a fin de tener un mejor Parlamento, sin leyes sorpresa, sin abuso de poder y con mayor representatividad.

El proyecto plantea que ambas cámaras tengan distinta base de representación. La de Diputados se elegiría por distritos múltiples y con criterio proporcional, y reservaría cuatro escaños para las comunidades indígenas. La de Senadores sería elegida por distrito único con lista cerrada, buscando la representación de las fuerzas políticas nacionales.

El proyecto distribuye atribuciones entre ambas cámaras, evitando duplicar funciones. La Cámara de Diputados asumiría funciones políticas, como otorgar el voto de confianza, interpelar y censurar ministros; el Senado nombraría funcionarios, aprobaría la ratificación de tratados, resolvería acusaciones constitucionales, entre otros. Toda iniciativa legislativa empezaría siempre por la Cámara de Diputados, y el Senado tendría la posibilidad de revisión antes de que se convierta en autógrafa de ley.

Una de las críticas que se hacen a las propuestas de bicameralidad es que elevaría el costo del Congreso. Esto no es necesariamente cierto, pues es cuestión de una mejor utilización de los recursos económicos con los que ya cuenta la institución. Además, debe considerarse que, con mayores filtros, mejorarán las leyes y se reducirá el impacto económico negativo, lo cual implicaría un balance favorable en el análisis costo-beneficio.

Mi propuesta se suma a las ya hechas por los congresistas Gilbert Violeta, Patricia Donayre y Kenji Fujimori. Estoy convencido de que se podrá consensuar una propuesta final para lograr esta importante reforma.