Una de las razones de “peso” que argumentan los que se han venido oponiendo a que el Perú adhiera a la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 (Convemar), de la que no somos Estado parte en casi 40 años, desde que se abriera a la firma el 10 de diciembre de ese año, en Montego Bay, Jamaica, incluso habiendo sido pioneros con Chile en la formulación de la tesis de las 200 millas, es que EE.UU., el país más poderoso de la Tierra, hasta ahora no ha decidido obligarse a este tratado, el más universal a que haya llegado la humanidad por el método del consenso, para regular los espacios marinos.

Esa razón es completamente errada. Cuando en 1967, el embajador de Malta, Arvid Pardo, propuso en el seno de la 22° Asamblea General de la ONU de que los Fondos Marinos, aquel espacio que se halla fuera de las 200 millas y por debajo de la denominada Alta Mar, en las profundidades oceánicas, fuera declarado “Patrimonio Común de la Humanidad”, el gobierno de la Casa Blanca se opuso con total frontalidad. Washington quería explorar y explotar los recursos que se encontraban en esa difícil área submarina, donde existe una enorme riqueza mineral como los nódulos polimetálicos de níquel, cobalto, manganeso, etc.

El afán por llegar a la Luna los llevó a la caza de minerales para el desarrollo de sus proyectos tecnológicos y espaciales. Pero nunca jamás cuestionaron la revolucionaria tesis de soberanía y jurisdicción sobre los recursos vivos (peces) y no vivos (minerales) hasta la milla 200. Precisamente, la declaración del presidente Harry Truman (1945-1953) sobre la soberanía sobre los recursos hallados en el subsuelo marino (Setiembre, 1945), sirvió de inspiración para las proclamaciones unilaterales de Chile y Perú, en 1947.

Finalmente, para los que no lo saben, la Convemar se encuentra en el Senado de EE.UU., lista para la adhesión. Si lo hace, será el Estado parte 170, de los 193 que son miembros de la ONU.