No es cierta la afirmación de que la pandemia iba a ensañarse con la derecha en la idea cundida por la izquierda, de que su impacto removería a los más golpeados por el Covid-19, que terminarían imputando a los ricos gran parte de su desgracia. La gente ya no se cree ese discurso trillado de las últimas décadas del siglo XX, dividiendo a las sociedades nacionales entre ciudadanos del capitalismo -los ricos- y ciudadanos del comunismo -los pobres- y toda la retórica de la denominada lucha de clases que lo único que consiguió fue crear resentimientos y hasta ensangrentar a los pueblos.

La reciente victoria electoral del banquero ecuatoriano Guillermo Lasso -en Chile, el magnate Sebastián Piñera que al comienzo de la pandemia lo querían como piñata buscando defenestrarlo del poder, y hoy que Chile vacuna hasta a los fantasmas, a nadie se le ocurre pedir que adelante el final de su mandato-,  confirma que la gente estaba pidiendo a gritos a un gestor y administrador para la crisis por el Covid-19, y que, en consecuencia, solucione el drama de no contar vacunas, oxígeno y camas UCI.

Al consumarse la victoria de Lasso (52,48%) sobre Andrés Arauz (47,52%), delfín de Rafael Correa, que más pareció títere del exgobernante, los ecuatorianos asumen con acierto que el sector privado es muchísimo más eficiente y eficaz para la solución de éste y otros problemas, y por tanto, cuenta los medios y la capacidad organizativa para afrontar con éxito el drama de la pandemia.

Ningún rico debe ser satanizado por serlo. Eso sería mediocridad y resentimiento a la máxima potencia; en cambio, sí deben ser expectorados aquellos que por su indiferencia con los pobres, los engañan y juegan con sus ilusiones, porque solo viven pensando en sus ganancias.

La Doctrina Social de la Iglesia salió al frente para pregonar el equilibrio que suscribo, luego convertido en economía social de mercado, que defiendo. Guillermo Lasso, entonces, que ha conseguido la oportunidad de su vida para acabar con el desencanto de la mayoría de ecuatorianos, no ha sido elegido por ser rico o de derecha, sino por mostrarse gestor y eficiente, estereotipos creídos ausentes en la izquierda, más bien vista como desordenada y conformista, y a la izquierda radical como violenta.

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