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Desde que juró el cargo de presidente encargado de Venezuela por mandato de la Constitución Política de su país, Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional -Poder Legislativo- no ha necesitado esconderse o ingresar a una embajada acreditada ante el Estado llanero. De hecho, se le ha visto movilizándose por todo Caracas, arengando en las plazas públicas de la capital contra la dictadura de Nicolás Maduro y hasta asistiendo a cultos religiosos con extensas oraciones para que acabe la pesadilla de seguir soportando en el poder a quien lo usurpa. Juan Guaidó cuenta con el respaldo de la mayor potencia del mundo y la inteligencia estadounidense no ha ocultado recordárselo al régimen de facto. No hay duda de que Maduro sabe que acometer contra Juan Guaidó será su inmediato final. La única vez que el joven gobernante de iure fue detenido por cerca de una hora por miembros de la Guardia Nacional Bolivariana debe haber llovido una montaña de advertencias a Maduro, que hasta hizo pública la decisión de su “gobierno” de castigar ejemplarmente a los responsables del efímero secuestro que el mundo vio cuando el gobernante reconocido mayoritariamente por la comunidad internacional fue interceptado cuando viajaba en su auto con el objeto de intimidarlo. Por supuesto que el madurismo no logró sino que el propio Guaidó se envalentonara con más energía contra la dictadura. La Casa Blanca debe haberle dicho con todas sus letras a Maduro y a la cúpula militar que lo sostiene que si algo sucede con la integridad física o psicológica de Guaidó y/o de su familia, no dudarán un segundo en reaccionar. No es que lo avalemos -ya he expresado mi rechazo a una invasión de Venezuela-, pero es una hipótesis que no se puede descartar. En el registro de la historia universal no es difícil recordar que Washington decidió intervenir en la Primera Guerra Mundial cuando se produjo el hundimiento del Lusitania en 1915 por un submarino alemán en que murieron muchos de sus ciudadanos, y en 1941 cuando la flota estadounidense apostada en la base naval de Pearl Harbor (Hawái) fue arrasada por los kamikazes japoneses. Maduro sabe muy bien sus límites.