Y llegó el día en que estuve de acuerdo con el cardenal Cipriani. Dos cosas ha dicho el sacerdote que son, en mi opinión, evidentes. En primer lugar, el arzobispo comentó en Diálogos de fe que ni él ni la Iglesia tienen que estar arreglando situaciones políticas. ¡Aleluya! Parece que nos estamos acordando -por fin- de que el Perú es legalmente un Estado laico. Es por eso que esta vez el diálogo propuesto por Mercedes Aráoz -si es que se llega a dar- debe ser en Palacio, y no en la casa del cura. Esto, además, porque un mediador tiene que ser necesariamente imparcial, y Cipriani bastante cariñito le tiene a Keiko.

Coincido también con el cardenal en que el diálogo llevado a cabo entre PPK y Keiko en diciembre último fue un rotundo fracaso. ¿Qué esperaban de una reunión que duró una mísera hora, de la cual una parte se desperdició en arrodillarse a rezar?

¿Qué pasó los meses que siguieron al tecito con el cardenal? Una acusación de Keiko de #CortinasDeHumo (con hashtag y todo) para “tapar Odebrecht”, PPK hablando de una “saña” antidemocrática del Congreso hacia el Gobierno en… ¡Francia! Y declaraciones hostiles de congresistas fujimoristas sobre el Gobierno y viceversa.

Todo esto estúpido si consideramos que el fujimorismo y el Gobierno comparten agenda en varios puntos: creen en el modelo de libre mercado y ambos están preocupados por la seguridad ciudadana, por poner algunos ejemplos.

A ver si esta vez el diálogo no es pura finta y se nos quita al menos poquito esta sensación de que nuestra clase política es una bazofia.