Mi abuelo era un personaje de cuento. Sabía de medicina, de historia, de ciencia, de física. Y tenía, siempre, un libro en la mesa de noche.

Solo por curiosidad por la aviación y la mecánica, él mismo construyó un girocóptero -ahora colgado en el aeropuerto de Arequipa-, con el que sobrevoló el Misti. Mi abuelo era inventor, hipnotizador, aviador, político, científico, intelectual.

Yo era chica cuando murió. Pero así lo recuerdo: un polímata con una sabiduría espiritual e intelectual inigualable.

A mi abuelo le diagnosticaron Alzheimer a los 80 años. Y sí, quizá pocas personas han leído y estudiado tanto como él. Tal vez para el congresista Bienvenido Ramírez, antes de rectificarse, este amor por el saber de mi abuelo fue la causa de su enfermedad. Pero no. La verdad es que aún no existe consenso científico sobre las causas del Alzheimer, y dudosamente el congresista Ramírez tenga la respuesta. Pero sea cual sea la causa, la enfermedad existe, y los casos no se están reduciendo: en el 2013, 75 mil personas sufrían de Alzheimer en el Perú, y las cifras avanzan cada año.

Y el punto es que al parecer -y como suele ocurrir con las enfermedades mentales en nuestro sector público- el Alzheimer no ha sido suficientemente atendido, lo cual es triste, considerando que existen investigaciones serias que echan luces sobre maneras de prevenirlo. Además, un diagnóstico tardío de Alzheimer no solo impide tratar los síntomas oportunamente, sino que retrasa el acceso a las medicinas y terapias cognitivas.

Ya la leche derramada, saquémosle la linterna al congresista Ramírez y pongámosla en el sector Salud. ¿Qué se está haciendo por quienes han perdido la capacidad del recuerdo?