GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3
GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3

La decisión de Keiko Fujimori de erigir a Fuerza Popular como una “oposición firme” ha descolocado a Pedro Pablo Kuczynski, quien no esperaba un anuncio de este tipo y apostaba a que antes de ello pudiese tener con Fuerza Popular un diálogo conciliador y encaminado al descenso de las tensiones. Un análisis frío permitiría afirmar no solo que PPK se ganó a pulso esta reacción confrontacional, sino que estaba advertido. Si el fujimorismo perdía -como al final sucedió-, cada adjetivo -o sustantivo-, sobre todo los más corrosivos, se lo iban a cobrar con altos intereses, más aún si el margen era tan estrecho como lo ha sido. Por ahora, las palabras “ratero”, “narcoestado” y “pelona” aún fluyen en la mente de los fujimoristas. No pueden olvidarse en 10 días y, facilito nomás chocherita, damos vuelta a la página y caminamos juntos y agarraditos de la mano porque lo necesita el país. No es así de fácil. No son así las disputas políticas. Lo que PPK y FP libraron en la segunda vuelta fue una guerra, y en las guerras el vencido se reserva su derecho a la revancha, acaba con sangre en el ojo, alberga odio, acumula furia, se le reseca la boca y tiene sed de venganza. Peor aún, en esta “guerra” PPK sabía de antemano que FP tenía una abrumadora mayoría en un Congreso que su gobierno iba a necesitar, así que debía esperar que cada munición que iba podía regresar con sobredosis de pólvora. Y eso es lo que está sucediendo. El fujimorismo ha decidido darle a PPK de su propia medicina. La pregunta es si semejante trago amargo viene con fecha de vencimiento.