Es absoluta y justificadamente preocupante la situación actual del Perú. El escenario económico se muestra errático, con crecimientos mínimos y, lo peor de todo, con sombrías perspectivas. Todos sabemos lo que está pasando. En la suma de factores de esta fotografía borrosa suma mucho el escándalo de Odebrecht. Y no solo porque la corrupción sea un cáncer, espante las inversiones e intimide la confianza. También porque, de cerca o de lejos, el caso amenaza con tocar los ribetes del régimen a través de su máximo exponente, el presidente Pedro Pablo Kuczynski. PPK fue el premier que avaló los contratos de la Interoceánica en los tramos 2, 3 y 4 y por los cuales el delator Jorge Simoes Barata dice que Alejandro Toledo recibió $20 millones. Retrocedamos un poco. El dinero de Venezuela, primero, y las agendas, después, fueron los dos grandes factores de perturbación que maniataron al régimen humalista y lo obligaron a prender el piloto automático para dedicarle más tiempo y dedicación a la ruta del GPS instalado desde el Poder Judicial. Así, el régimen de Ollanta-Nadine se convirtió en un gobierno distraído por las tormentas del pasado y en alerta constante por las tribulaciones del presente. Los verbos gobernar, ordenar y reformar no tuvieron cómo conjugarse. Algunos lo llaman los “5 años perdidos”. A 7 meses de elegido y con apenas 29% de aprobación, ojalá PPK no nos empuje al precipicio del decenio.

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