La última encuesta de Datum publicada en el diario Perú 21 revela una caída en la aprobación de la gestión del Presidente y del Gobierno, en general. Sin embargo, lo que más llama la atención son los incrementos en la desaprobación de la mayoría de actores políticos: PPK pasó de 38% a 48% de desaprobación, Keiko de 48% a 55%, Luz Salgado de 44% a 55%, y así sucesivamente. Ante la pregunta de si existe enfrentamiento entre Peruanos Por el Kambio y Fuerza Popular, el 82% de la población piensa que sí. Deberíamos percatarnos entonces de que el mayor daño en la aprobación del Gobierno se genera por este conflicto entre Ejecutivo y Legislativo, del cual tenemos claros ejemplos: el respaldo al gabinete y la inconsecuente censura al ministro más popular, el otorgamiento de facultades pero con un plazo breve, y el posterior cuestionamiento al trabajo presentado por el Ejecutivo.

Observar que la desaprobación crece más rápido de lo que cae la aprobación, nos habla de un desgaste de las dos principales fuerzas políticas y nos confirma una polarización, aun mayor, de la población. A pesar de ser dos jugadores distintos, individuales, incluso opuestos, los ciudadanos perciben esta dinámica como una sola. Las consecuencias son claras. Peruanos Por el Kambio es reconocido como un gobierno débil (64%), sin posibilidades de hacer cambios importantes que la población pueda percibir, y limitando sus posibilidades políticas a largo plazo.

Por otra parte, y gracias a su relevancia en el Congreso, los pocos avances que logre este gobierno serán atribuidos también al fujimorismo por una vasta porción de peruanos. Pienso que Fuerza Popular se equivoca si supone que la figura de “oposición responsable” afianzará su popularidad y la ayudará a alcanzar la Presidencia en 2021. Es posible suponer que cinco años de esta destructiva dinámica deje exhaustos a ambos jugadores y terriblemente decepcionados de la democracia y de las instituciones a la mayoría de los peruanos. Si sumamos a esto la fragmentación de la izquierda y las pugnas internas en lo que queda del APRA, parece que el futuro del país es cada día más incierto. Ante la falta de confianza en las instituciones, la población buscará rebelarse violentamente contra la autoridad, como en el caso de los peajes de Puente Piedra, que esperemos no sea el primero de muchos conflictos sociales.

Inevitablemente, PPK y Keiko son, en este gobierno, dos caras de la misma moneda y correrán la misma suerte. Aunque las probabilidades son mínimas, sería no solo conveniente sino imprescindible que dejen sus diferencias y empiecen a trabajar teniendo como objetivo la transformación del país y no agendas con cálculos políticos que parecieran estar absolutamente errados y cuyas desastrosas consecuencias serán difíciles de prever.