Las alusiones a un posible “fraude” en estas elecciones no son casualidad. Políticos y columnistas sugieren “algo turbio” en estas elecciones, aprovechando la pésima performance del JNE en este proceso. Empezando por las modificaciones a la ley electoral en pleno proceso y terminando en las idas y venidas con el tratamiento de las candidaturas de Guzmán y Acuña. Por si fuera poco, se suma la ONPE con una apresurada implementación del voto electrónico, que va a incluir a tres millones de votantes, bajo un sistema informático que no cuenta con auditorías técnicas ni lo conoce la mayoría.

Esta semana corrió el rumor de postergación de elecciones y se defenestró al propio candidato oficialista desde Palacio. Hace pocos días ya aparecieron manifestaciones organizadísimas en Lima contra la candidata puntera y contramanifestaciones violentas en Cusco y Tacna. Y ni mencionar la presión de la esposa del Presidente para salvar a Guzmán cuando se perfilaba como outsider, pasando por encima de su propio candidato oficial.

El Gobierno empezó este problema llamando a elecciones a la hora nona, restando tiempo para las adecuaciones que se proyectaban para este proceso. ¿Es que ya se sabían perdidos desde hace más medio año, cuando la pareja presidencial lanzaba globos de ensayo como Urresti y Von Hesse, y entonces prepararon el terreno para el desmadre inevitable?

¿Hasta cuándo seguiremos haciéndonos los tontos desconociendo que este gobierno, comprometido hasta el tuétano con acusaciones de corrupción, está alentando el desprestigio de estas elecciones con la violencia organizada y la sensación de fraude? La estrategia es a dos flancos: uno, impedir que las dos fuerzas opositoras al gobierno humalista que pueden pedirles cuentas lleguen al poder; dos, deslegitimar la elección. Si lo primero no funciona, lo segundo alcanza porque debilita al próximo gobierno. Impunidad garantizada.

TAGS RELACIONADOS