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Uno. El Estado de Derecho se torna imposible si no se respeta la majestad de los jueces. En ningún país civilizado se permite amenazar a un juez con “el fin de su carrera”, y eso es lo que ha pasado hace un par de días cuando el señorito Rafo León se atrevió a lanzar esta amenaza contra la jueza Susan Coronado. Esta prepotencia caviar desnuda la verdadera entraña de la “reserva moral” de la nación, una caterva de progresistas que se callan en todos los idiomas cuando sus amigos meten la pata mientras permiten que se persiga a otros periodistas, como Phillip Butters y Aldo Mariátegui. No es necesario leer el expediente de León para concluir que su amenaza es el fruto directo de la prepotencia y que ante las amenazas, el Poder Judicial siempre tiene que actuar.

Dos. No han ganado nada y ya se están acuchillando. Es delicioso comprobar la entraña cainita de la izquierda del FA, donde ya han empezado a purgarse, dividiéndose, fragmentándose en mil pedazos por una miserable alícuota de poder. El excura Arana será uno de los artífices de la desintegración de otro frente populista que promete lo que no puede cumplir y amenaza con el puñito en alto, embarcándose en empresas que es incapaz de realizar. Verónika Mendoza es la líder de una tropa condenada a la dispersión, porque el que quiere dividir, termina siempre dividido.

Tres. El comunicado de la Conferencia Episcopal, más que por su postura, escandaliza por su sesgo evidente. ¿Cuándo sacan algo que condene el aborto y la promoción de la ideología de género?