Con todo el huaico de malas noticias, sobre todo políticas y del ámbito policial, nos hemos apartado de los problemas citadinos que nos están sobrepasando. A las alertas sanitarias por el dengue, la chikungunya y la Gripe H1N1, se sumaron hace poco la escasez del GLP y el alza del costo de los pasajes y de la canasta básica familiar. Estos problemas que chocan con el bolsillo de la gente sí que preocupan.

Para la indignación masiva está la política peruana, las compras de Nadine Heredia, la recaptura de Martín Belaunde, las protestas por el proyecto minero Tía María. O sea, tenemos suficiente como para vivir amargados despotricando de quienes nos gobiernan, pero hay temas muy sensibles que no basta expresarlos con la molestia, como la falta de dinero de la gran mayoría de peruanos para llegar al fin de mes.

La última estocada ha sido el incremento en el precio del GLP, lo que perjudica a los servidores del transporte público. Esto ha conllevado que, como siempre, indirectamente salgan afectados los usuarios, quienes han debido cancelar por día un sol más en promedio para tapar ese hueco en el bolsillo de los choferes.

Los especuladores que nunca faltan en los momentos de crisis, nos metieron la mano al bolsillo con el aumento del valor del balón de gas de casa. Es en estos momentos que se cumple la ley de que el enemigo de un peruano es otro peruano. Y vaya que nos esmeramos en cumplir la norma al pie de la letra.

Como un efecto inmediato, hasta los mercados han subido sus costes, siendo las amas de casa quienes padecen para ajustar los gastos en la canasta familiar. Claro, no hay protección al consumidor, y si los comerciantes ven afectada su economía, de inmediato miran al casero para que les parche su sobrecosto.

Entre hoy y mañana se regulariza el servicio de GLP, y así como los choferes y los especuladores se encargaron de hacer sufrir a quienes menos tienen, espero que los precios vuelvan a como estaban y que algún ente fiscalizador vele por el bienestar monetario de los pobladores.