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Pecaríamos de inocentes si creyésemos que el caso de las coimas pagadas por la constructora Odebrecht para adjudicarse obras en nuestro país es el único en que una empresa rompe la mano a funcionarios de los diferentes niveles del Gobierno para ganar dinero, por lo que la administración de Pedro Pablo Kuczynski, que llegó al poder agitando las banderas de la honestidad, tiene la gran oportunidad de demostrarnos que no todo era retórica electorera.

En las últimas elecciones presidenciales, Peruanos Por el Kambio ganó argumentando que, a diferencia del fujimorismo, sí estaba en condiciones de hacer cosas importantes para limpiar al Perú de la corrupción. La estrategia del hoy oficialismo fue enarbolar la lucha de “honestos” contra “sinvergüenzas”. Incluso exhibió dentro de sus cuadros al exfiscal Avelino Guillén, de quien hoy poco se sabe. Bueno, pues, ahora habrá que verlos en la cancha.

Y es que para una efectiva lucha contra la corrupción la cosa no debe quedar en lo hecho por Odebrecht y sus coimeados. Sin ir muy lejos, ahí están las otras constructoras brasileñas. En la gestión de Susana Villarán saben muy bien de eso. También están las compañías locales, incluso algunas muy pequeñas, que han hecho plata sobornando a gobernadores regionales y alcaldes, así como a muchos de sus funcionarios.

Un claro ejemplo es lo que pasó en Chiclayo con el encarcelado exalcalde Roberto Torres, (a) “Beto”, quien no necesitó de transnacionales para cobrar coimas. Según el Ministerio Público, este personaje recibía “diezmos” hasta de empresas de medio pelo y consorcios truchos que hacían veredas, tapaban huecos en las pistas y colocaban tubos de agua y desagüe. Este y otros casos similares en el interior del país también son actos de corrupción y hay que llegar al fondo de todos ellos.

Es verdad que la justicia la administra el Poder Judicial basado en las investigaciones y acusaciones del Ministerio Público. Sin embargo, se necesita la voluntad política de un gobierno central, que además se promocionó en campaña como el paladín de la honestidad para una lucha frontal contra la corrupción. No podemos quedarnos solo en Odebrecht. Se debe ir más allá, pues esta lacra, tristemente, atrapa desde los más grandazos hasta los más chiquitos.

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