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Una cosa son los deseos y otra, las realidades. Se fue el Papa y nos dejó frases y reflexiones que nos ayudarán a enfrentar este 2018, que se anuncia mal para los políticos y para la política, al punto que el mismo PPK -con dudoso sentido del humor- los ha denostado. Volvemos a la beligerancia: nada de soluciones ni de voluntad de cambio. Los 18 meses perdidos en guerra política que satura vuelven para peor.

La representatividad está en cero; el bloqueo institucional, al alza. Pocas esperanzas y mucha desconfianza ética en una sociedad cuestionadora, que podría albergar a un outsider “salvador” que nos traiga más de lo mismo o peor. Esperamos lo que tienen que decir Barata y Boleira, lo cual podría ser devastador para quienes han venido apostando a pasar piola. Recibirán lo que sembraron.

Mientras tanto, PPK nada contra la corriente, empeñado en sobrevivir con base en una reconciliación inexistente, lo que demuestra cuán lejos está de la realidad. Ni siquiera ve el puente de plata que sería su renuncia. Debe irse -y lo más pronto- si quiere hacer algo por él y por el país, ostensiblemente paralizado. Dos semanas del nuevo gabinete y no hay respuestas ni reflejos. La gente no percibe ninguna nueva conducción, a lo que se suma que pronto veremos lo poco o nada que se ha hecho con la fallida reconstrucción del Norte. Sin embargo, hay quienes afirman que todo va bien. No quieren ver que a los muchos factores de inestabilidad se agregarán las repercusiones del tratamiento jurídico internacional al indulto a Alberto Fujimori.

Si hay alguien que no puede esperar sentado las precisiones de “Lava Jato” es PPK. Que se ponga las pilas ahora; porque, si demora, no encontrará ni flotación ni salvataje a la vista. El Perú sigue siendo un caso de pronóstico reservado. Y él más aún.

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