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Si hacemos un balance de nuestro desempeño personal en el año que termina, encontraremos que hemos alcanzado ciertas metas, pero que no hemos llegado a otras. Así, en general, comenzamos el nuevo año con algunos propósitos, sea de alcanzar esas metas pendientes u otras nuevas o de mejorar en algunos aspectos de nuestra vida y nuestras relaciones con los demás.

A todos les deseo lo mejor y los animo a comenzar el 2019 llenos de ilusión, porque cada año que comienza es como una nueva puerta que se abre ante nosotros y tras ella también nos espera Jesucristo resucitado. Estamos todavía en el tiempo de Navidad, que terminará el domingo 13 de enero con la celebración litúrgica del Bautismo del Señor. De modo que estamos todavía a tiempo para que, si alguno aún no lo ha hecho, abramos las puertas de nuestras casas, nuestros hogares y nuestro corazón a este Jesús que ha venido para salvarnos y llevarnos a la felicidad completa. Sin perjuicio de los proyectos que podamos tener a nivel familiar o personal, el proyecto más importante para el nuevo año es el que Dios tiene para cada uno de nosotros: elevarnos a la naturaleza divina, el gran proyecto de santificarnos.

Mi deseo para el año nuevo, entonces, es que las vicisitudes del escenario nacional y de nuestra vida cotidiana no nos aparten del proyecto más importante, que es dejar que Dios haga en nosotros la obra que ha comenzado desde la creación del mundo: nuestra divinización. Jesús, que realmente ha nacido en la Navidad, no ha venido sólo por los justos sino especialmente por los pecadores, no únicamente por los sanos sino también por los enfermos. Hay espacio para todos en el corazón misericordioso de Dios. Dejémonos amar y ayudar por Él y todo irá mejor.