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Si en algo está interesado en lavarse la cara luego de tantos escándalos, el Congreso debería en el corto plazo aprobar dos proyectos de ley. El primero ha sido presentado por la oficialista Patricia Donayre para acabar de una vez con la inmunidad parlamentaria; y el otro tiene como autor a su colega de bancada Gilbert Violeta, destinado a que el auditor del Poder Legislativo, como en las otras entidades públicas, sea designado por la Contraloría, algo que no ocurre hoy.

Lamentablemente, tenemos un Congreso plagado de personajes dudosos por razones que todos los peruanos ya conocemos. Ante esta realidad, que en el corto y quizá mediano plazo no vamos a poder cambiar, no tiene ningún sentido mantener esa inmunidad, que impide procesar con la celeridad del caso a los denunciados. ¿Por qué dar privilegios a gente dedicada a tener “empleados fantasmas”, a recortarle el sueldo a sus trabajadores o a difamar a los demás?

Si un ciudadano se convierte en congresista porque quiso postular a ese cargo, supuestamente para servir al Perú desde el ámbito parlamentario, ¿por qué tendría que contar con el “privilegio” de no poder ser procesado por cualquier delito si previamente no ha dado luz verde el propio Congreso y más tarde la Corte Suprema? Además, sería bueno saber si una vez eliminada la inmunidad parlamentaria vamos a tener a tantos aspirantes a legisladores.

En el caso del auditor de las cuentas del Congreso, resulta escandaloso que este profesional, de acuerdo con una norma promulgada por el presidente Martín Vizcarra, sea nombrado por el propio Legislativo y no por la Contraloría, como en el resto de entidades públicas. El proyecto del congresista Violeta corrige esta situación para impedir que las finanzas de los “padres de la patria” sean fiscalizadas por una persona colocada por ellos mismos.

Es de esperarse que los congresistas de todas las bancadas apoyen las iniciativas de los legisladores Donayre y Violeta, y que estas sean aprobadas por unanimidad como una forma de desterrar los absurdos privilegios y la falta de transparencia, algo necesario en una política tan venida a menos, y donde el delito y la sinvergüencería parecen dejar de lado el trabajo parlamentario que debería haber para hacer avanzar al país.