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En 48 horas tendremos en Lima al papa Francisco, quien realiza su primera visita al Perú, que incluye su llegada a dos lugares que deberían ser considerados una herida abierta -y una vergüenza también- para todos los peruanos: Puerto Maldonado, donde la minería ilegal y la depredación del ambiente se han convertido en una tragedia; y Trujillo, donde la falta de asistencia tras el fenómeno El Niño costero y la violencia callejera deberían merecer más atención del Estado.

Católicos o no, creyentes o no, la visita del Papa debe llamar la atención sobre lo mucho que hay que hacer en ambos puntos. En el caso de la capital de la región Madre de Dios, la tenemos como la “ciudad símbolo” de la extracción ilegal de oro, la trata de personas, la explotación laboral y el lavado de activos. Lamentablemente, esta tragedia es parte del paisaje. Es verdad que se hacen esfuerzos ante estas lacras, pero los resultados son escasos.

Si de Trujillo se trata, habría que prestar atención a los testimonios de los afectados por El Niño costero que aún no son atendidos por el Estado a casi un año de la tragedia que les tocó vivir. Y eso que el drama no solo se vive en la capital de La Libertad. El abandono y el pesar también se viven en Piura y regiones como Lambayeque y Áncash, a los que se suman los damnificados de la zona este de Lima, que siguen esperando lo ofrecido.

Y si vamos nuevamente a Trujillo, recordemos además que es una de las ciudades que más sufre día a día por la imparable violencia callejera, que es uno de los principales problemas que agobian a los peruanos sin ninguna distinción. Esta es una situación que, más allá del ruido político tras la casi vacancia del presidente Pedro Pablo Kuczynski y el indulto a Alberto Fujimori, debe ser atendida de inmediato por todos los sectores.

Que la visita del Papa haga recordar a los peruanos que hay dos zonas del país que requieren atención especial. Una vez que el obispo de Roma deje el Perú, queda mucho por hacer por Madre de Dios y La Libertad, pues desde hace varios gobiernos vienen siendo un “pendiente”. Es de esperarse que la administración del presidente Kuczynski, pese a la actual turbulencia y su debilidad, rompa al fin esta secuela de ineptitud y desidia con que se ha tratado a dichas sufridas regiones.