Si alguien es responsable que en el Congreso tengamos a un personaje tan cuestionado como la legisladora por La Libertad Magaly Ruíz, ese es sin duda el dueño de Alianza para el Progreso (APP), César Acuña, quien ahora se hace el despistado y trata de tomar distancia de esta nueva “joya” que ha aportado a la política peruana, al pedirle que se aparte de la agrupación política que ya ha pasado a la historia como la principal proveedora de delincuentes e impresentables en la administración pública.
Ayer el famoso “plata como cancha” ha dicho en Trujillo que Ruíz debería alejarse de APP mientras duren las investigaciones a cargo del Ministerio Público y que su partido no la blindará, algo difícil de creer en un personaje que afirma una cosa y al final junto a su bancada terminan salvando a los miembros de su bancada con cuestionamientos, que no son pocos. No olvidemos que la mayoría de “mochasueldos” pertenecen a la agrupación política de Acuña.
La situación de la apepista Ruíz es muy delicada. El Ministerio Público no solo ha establecido que llevó a trabajar al Congreso de manera irregular a la pareja de su hijo, falsificación de un documento de por medio, sino que además se quedó con parte de su salario, para lo que obtuvo una tarjeta bancaria que le permitió hacer retiros de dinero por su propia cuenta. Ayer en Correo Lima hemos informado de un audio en el que la congresista liberteña admite su delito.
Sin duda, los líderes políticos y dueños de partidos deberían hacerse responsables por las personas que llevan al Congreso o a diversos cargos públicos, especialmente aquellos que como Acuña manejan las agrupaciones como si fueran sus feudos y sin democracia interna de por medio, y tienen varios años metidos en política. Acá no hay excusa como para decir que “las bases los eligieron sin intervención de la dirigencia” o que fueron “sorprendidos”. A otros con esos cuentos.
Lamentablemente, la gravedad de las evidencias contra Ruíz no es garantía de que será sancionada de acuerdo a lo que manda la ley, pues antes todo tendrá que pasar por el Congreso, ese gran centro de blindaje de corruptos y sinvergüenzas donde todos reciben un lavado de cara y un certificado de que “acá no pasa nada”, para tranquilidad de Acuña, quien luego podrá decir, como otras veces, que todo es un “complot” contra él y su agrupación política por la arrolladora “simpatía popular” que genera en calles y plazas.