A la exigencia rusa para que EE.UU. reduzca el número de sus funcionarios diplomáticos en su territorio, Washington acaba de reaccionar disponiendo la clausura del consulado moscovita en San Francisco más dos anexos de oficinas, también consulares, en este país conforme el art. 27 de la Convención de Viena sobre Relaciones Consulares de 1963, de la que ambos países son firmantes. 

Queda claro, entonces, que Donald Trump no admiraba -como se creía- al presidente ruso ni a su país, como hábilmente lo dejó entrever durante la campaña presidencial e incluso en los primeros meses de su todavía neófito gobierno. Incluso cuando queda claro, también, que la relación bilateral no es la mejor desde que EE.UU. decidiera un conjunto de sanciones económicas sobre Rusia, al resolver este país la anexión unilateral de la península ucraniana de Crimea (2014) o el asunto de la conexión rusa -aún no probado- en el proceso eleccionario que le dio el triunfo a Donald Trump en noviembre del año pasado, es importante subrayar que no estamos ante un nuevo escenario de la Guerra Fría que caracterizó al mundo luego de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), en que ambos países protagonizaron el denominado mundo bipolar en la historia de las relaciones internacionales. Creo que podríamos comenzar a concluir que EE.UU., ante una eventual acción militar sobre Corea del Norte debido a un ataque con misiles de Pyongyang sobre territorio del propio EE.UU. o de alguno de sus aliados: Corea del Sur o Japón, no contará para nada con el apoyo de Moscú. La reciente actitud de la Casa Blanca, la cual busca la mentada “paridad”, está fundada en el art. 20 de la referida Convención, que permite al estado receptor (EE.UU.) “… exigir que ese número (funcionarios consulares rusos) se mantenga dentro de los límites que considere razonables y normales según las circunstancias…”; sin embargo, Trump insólitamente construye asperezas con Putin y no lo entiendo, pues en el contexto actual -insisto-, siempre pensando en la amenaza que representa Kim Jong-un, es cuando EE.UU. más aliados necesita, pero sobretodo de China y Rusia, que son claves en el tablero de la región asiática.