Refiriéndonos muchísimo al Orden Mundial (OM) conviene saber qué es para determinar su exacta dimensión. Por regla el mundo en que vivimos no puede estar dominado por la anarquía, que es el desorden social propio de las etapas inferiores en la larga y compleja evolución antropológica, sino, en cambio, por la paz, que es el estado esperado lógicamente de la sociedad humana, la única racional del planeta. Es verdad que la primera etapa de nuestro desarrollo fue primitiva, pero fue de transición, propia de la evolución.
Desde entonces la vida social ha ido cambiando por la aparición de hechos, descubrimientos o inventos, que fueron modificando los modos de la interacción humana y a los que la ciencia de las relaciones internacionales ha seguido los pasos viendo la mutación progresiva y drástica del modus vivendi de nuestra especie.
La aleación de los metales que abrió paso a las guerras de conquista, el invento de la rueda facilitando las construcciones ciclópeas, la superposición de la redondez de la Tierra a la tesis plana de Ptolomeo, el iusnaturalismo que sepultó al derecho divino consagrando que todos somos iguales ante la ley, la revolución industrial que desnudó la explotación de pocos ricos sobre muchos pobres, el marxismo que se hizo pretexto para pregonar la lucha de clases, la llegada del hombre a Luna que mostró la enorme capacidad humana o recientemente la pandemia que ha virtualizado nuestro día a día o la guerra entre Rusia y Ucrania, revitalizando a la geopolítica para conseguir más poder por los conflictos, etc., pues dieron paso al OM, nunca estático ni perpetuo sino cíclico y por procesos dialécticos.