Libia, país árabe ubicado en las costas mediterráneas del continente africano, mantiene de manera recurrente un conflicto desde que fuera depuesto el dictador Muamar el Gadafi en 2011, rematado con disparos en la zona del abdomen y en la sien, como consecuencia del impactado devenido de la vorágine que dejó a su paso la denominada “Primavera Árabe”. Luego del derrocamiento de Gadafi, que gobernó por cerca de 40 años, este país de 5,6 millones de habitantes se convirtió en un completo campo de batalla en el que más de seis facciones tribales han querido el poder convirtiendo a Libia en un verdadero Estado fallido, es decir, un país definidamente ingobernable y anarquizado. En los últimos tiempos se han abierto paso dos frentes muy bien determinados: de un lado, el gobierno de Unidad Nacional liderado por Fayez al Serraj, que es el único reconocido por la ONU y que cuenta con el apoyo de Turquía, y de otro, las fuerzas insurgentes lideradas por el general Jalifa Hafter, apoyado por Rusia. Las oficialistas controlan la capital Trípoli y la ciudad de Misrata, y las rebeldes que mantienen su dominio en el territorio este del país. El escenario conflictual en Libia se parece al de Siria. ¿Por qué?. La historia de las relaciones internacionales se repite al mostrar como una causa constante de los conflictos la necesidad de contar con recursos y Libia los tiene en abundancia: petróleo y gas. Los rusos harán de palanca de amortiguación y no soslayarán ninguna negociación en el enfrentamiento en que Hafter, al que apoyan, busca la caída del gobierno de Al Serraj, y los turcos -detrás está el infaltable hegemón del planeta, es decir, EE.UU. y la Unión Europea, que se mueve según los mandatos de Washington-, cuyo gobierno jamás se desvinculará de la Casa Blanca, y que tiene la virtud de no ser propiamente un enemigo de Rusia. Las fuerzas exógenas que apoyan a los dos frentes, como siempre, se hacen de la vista gorda a la prohibición de entrega de armas dictada por la ONU. La anunciada ofensiva de Hafter sobre Trípoli es verdad que promueve un contexto más complejo y sangriento pero también lo es que ambas partes tendrán que medir las consecuencias que los puede mutua y letalmente perjudicar.