Mucho se ha hablado en los últimos días sobre el lugar donde deberá llevarse a cabo la misa del papa Francisco durante su visita oficial programada para enero próximo. Inicialmente se había hablado de la Costa Verde, luego de la Base Aérea Las Palmas y otros lugares. Sin embargo, la decisión final debe de estar en manos de los especialistas que tendrán la responsabilidad de proteger la vida de los casi dos millones de personas que estarían frente al Sumo Pontífice.

Acá no deben valer las opiniones de los ministros, congresistas, sacerdotes o alcaldes, sino de los técnicos que estén en condiciones de pronunciarse sobre la seguridad que ofrece tal o cual lugar. En ese sentido, la comisión que está a cargo del ministro de Trabajo y Promoción del Empleo, Alfonso Grados, será la que finalmente diga en qué lugar será el encuentro del papa Francisco con los limeños, por más que guste o no a algunos.

Para algunos, la posibilidad de que la misa no sea en la Costa Verde se debe a un intento por quitar el protagonismo al cardenal Juan Luis Cipriani, ya que en Las Palmas el anfitrión de Francisco sería, en teoría, el obispo castrense por ser la mencionada base aérea su jurisdicción eclesiástica. Para otros, todo se trata de un tema de seguridad por la debilidad de los acantilados, e incluso por la eventualidad de un gran sismo seguido de tsunami.

Ya hasta han entrado a dar su opinión el alcalde de Magdalena, Francis Allison, quien el año pasado no pudo controlar el desmadre que hubo en una fiesta de Halloween en la Costa Verde. Mejor que dejen que los especialistas den su informe al respecto, pues estamos hablando de la vida de miles de personas que se darían cita a orillas del mar. ¿Si algo pasa, el burgomaestre se hará responsable o botará nomás a un par de funcionarios?

Sea lo que sea, lo cierto es que en este tema, en el que ya ha intervenido hasta el presidente del Congreso, Luis Galarreta, para apoyar que la misa sea en la Costa Verde -tal como lo plantea el Arzobispado de Lima a cargo de monseñor Cipriani-, se debe dejar trabajar a los expertos a cargo del ministro Grados, quienes deberán pronunciarse por encima de los apasionamientos, deseos y demás aspectos que deben ser dejados de lado si de proteger miles de vidas se trata.