“Me siento con esperanza”, dijo ayer el director del hospital San Bartolomé de Lima, Carlos Santillán, al ser vacunado. Ese ha sido el mensaje más repetido en las últimas horas en el país, con la llegada de las vacunas contra el coronavirus. Los aplausos y vivas se han multiplicado desde al aeropuerto Jorge Chávez hasta los hospitales capitalinos y los de las regiones con alerta extrema. Que importante es ponerle la ilusión a esta ruta que recién comienza y tiene como objetivo inmunizar a todos los peruanos este año. Este es el primer paso, pero hay que tener en cuenta que “bueno es lo que bien termina”, como decía el escritor Miguel de Unamuno.

Habrá muchas dificultades. Conseguir la vacuna es una odisea y no solo para el Perú sino para todo el mundo. Seguramente habrá quejas de ciudadanos impacientes que se pondrán a ejercitar la crítica y lanzarán ataques porque lo quieren todo e inmediatamente, sin embargo, la mayoría ha recuperado la fe para aguardar con optimismo el momento que le toque vacunarse.

Mientras no suceda esto, el Gobierno debe asegurar que los que agraven su situación por la COVID-19 tengan asistencia y puedan resistir. No se puede estar pasivo ante las urgencias de la gente que clama por oxígeno o una cama en el hospital. Para cumplir esta tarea, hoy más que nunca se necesitan planes.