En estas fiestas patrias me atrevería a decir que no podemos esperar mucho. Y con ‘no mucho’ me refiero a ‘más de lo mismo’: un discurso confrontacional por parte de Castillo, que eche la culpa de todos los males al Congreso y a la clase empresarial, y con muchas promesas que no serán cumplidas. Y es que el primer año del presidente Castillo en funciones ha sido decepcionante, incluso para las expectativas ridículamente bajas que teníamos. Los escándalos han sido incontables. Los logros… no tanto.
Desde decenas de ministros que han desfilado Palacio y hombres del entorno presidencial prófugos de la justicia, hasta dos mociones de vacancia fallidas y una serie de investigaciones preliminares abiertas por la fiscalía contra el propio presidente. El año que Castillo ha estado en el gobierno solo puede describirse como un caos. Y no solo un caos por la mala gestión de los recursos e implementación de políticas públicas, sino un caos por las incontables denuncias de corrupción. Castillo y su entorno no solo han fallado en gestionar un país, sino que –aparentemente– habrían llegado a desfalcar al Estado.
Por muy importante que sea mantener el optimismo, en estas fiestas patrias resulta importante, sobre todo, mantener la fuerza. Nos toca persistir y luchar para salir adelante a pesar de nuestras autoridades.
El gobierno de Pedro Castillo es insostenible. Esperemos, por el bien de todos los peruanos, que el próximo 28 de julio no sea él quien siga a cargo del país.