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Ayer, mientras los fieles católicos escuchaban muy atentos al papa Francisco desde el Palacio Arzobispal en la Plaza Mayor, durante el rezo del Angelus -oración que les recuerda a los creyentes la Anunciación y la Encarnación del verbo luego hecho hombre-, el Santo Padre pidió orar por la República Democrática del Congo -la República del Congo es otro país con el que no debemos confundirlo- donde, al cierre de esta columna, se habían reportado cinco muertos por las protestas lideradas por sectores de laicos en ese país donde la Iglesia Católica tiene una presencia bastante significativa y respetable, exigiendo básicamente dos cosas al presidente Joseph Kabila: que cumpla su promesa de convocar a elecciones presidenciales, permitiendo que pudieran participar como candidatos líderes laicos y que el mismo jefe de Estado anuncie que no postulará más, dado que se mantiene en el poder desde que reemplazó a su asesinado padre Laurent Kabila, político y guerrillero de ese país (1997-2001). La oposición en esta nación del centro africano ecuatorial, de 82.2 millones de habitantes, exige al gobierno cumplir el denominado Pacto de San Silvestre, firmado en el 2016, que no es otra cosa que permitir el proceso de elecciones para asegurar la alternancia del poder.

También denominado Zaire, entre los años 1971 y 1997, el Congo es uno de los cincuenta y cuatro países que forman el continente africano, donde su historia reciente registra violencia estructural con sistemática violación de los derechos humanos. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) que mantiene sus fuerzas de paz en ese país golpeado por los embates que produjo la masacre en Ruanda, a mediados de los años noventa, acaba de llamar la atención sobre la crítica situación en esta nación, requiriendo de la comunidad internacional una participación más activa, a fin de solventar una salida de la crisis a todo nivel en uno de los países más pobres de África, donde la esperanza de vida solo llega a los 44 años de edad y donde el gobierno, por sus prácticas represoras, hace rato se ha convertido en un régimen totalitario que buscará mil excusas para mantener en el poder a Kabila.