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Ya está por irse y recién quieren saber quién es. La gente comienza a preguntarse quién es este señor que gobierna -o al menos lo intenta- hasta dónde pueda, sin partido, sin un grupo parlamentario y con toda la oposición encima. Llama la atención que ya tenga dos libros biográficos, lo que es señal de que hay interés en entenderle. Los rabiosos, a quienes les ha malogrado sus planes, están imaginando un periodismo “mermelero”, al estilo de los diarios chicha del fujimontesinismo, concertados por el dinero para apoyarle en el objetivo de mandar a sus casas a nuestros dignísimos Mamanis, Becerriles, etc. Entonces, según esta forma de mirar la realidad, Martín Vizcarra ejerce la Presidencia gracias a la mayoría de la prensa “seria” (curiosamente los pasquines lo rechazan), con unas cuantas oenegés caviaronas, un sistema judicial controlado (para combatir la corrupción que ellos llaman persecución política). Y lo más importante, las encuestas que dicen que están de acuerdo con sus decisiones. Este respaldo, especialmente el último, es el que impide a sus enemigos en el poder Legislativo pasar de los dichos a los hechos. No se atreven porque son conscientes de su precariedad, ni siquiera lo intentan. De poco ha servido, la semana que pasó, todo el debate de abogados y constitucionalistas sobre la viabilidad o no del camino propuesto por el Presidente. Nadie entiende esta discusión, excepto que si para que se vaya este Congreso tiene que irse el Presidente, denle nomás. Algunos están metiendo a la fuerza la figura de la vicepresidenta Mercedes Aráoz, pero parece que terminarán ubicándola en la bancada de Fuerza Popular. Todos los intentos de diálogo terminarán en esta semana para que no se diga que no se hizo el esfuerzo. Así como van las cosas, el asunto funcionará como en algunas fiestas donde si tocas marinera y no se van los invitados, comienzas a apagar las luces.