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El Estado Islámico (EI) acaba de asumir la autoría de los recientes atroces atentados en Sri Lanka, los más violentos e impactantes en la historia de este país isleño ubicado frente a la porción más austral de la India y unos de los más crueles de la historia en ese continente. Lo ha hecho cuando en Occidente se habían levantado voces de victoria sobre el grupo terrorista que surgió de las entrañas de Al Qaeda, a la muerte de Osama Bin Laden en 2011. Más allá de la conmoción política en el frente interno de este país de mayoría budista (70%), si miramos con mayor pausa sus consecuencias, el más impactado en el escenario internacional es Estados Unidos, pues su presidente, Donald Trump, había pregonado a los cuatro vientos que el EI había sido derrotado. Junto al mandatario estadounidense, los otros líderes europeos que creyeron que había llegado el momento de voltear la página también han sido derrotados. No olvidemos que el EI no es un Estado; en otras palabras, no es ninguna sociedad jurídicamente organizada. No tiene capacidad para ser apreciado como actor con derechos y obligaciones; es decir, con responsabilidades, por lo que no cuenta con reconocimiento internacional, un carácter jurídico-político que, en cambio, sí cuentan los Estados en su calidad de sujetos del derecho internacional y que, además, forman parte de la ONU. Este grupo terrorista es un actor no convencional; es un conjunto de gentes que se juntan para aplicar el terror por diversas razones y que no saben ni les interesa respetar los acuerdos internacionales o nacionales sobre conflictos, rechazan firmar la paz porque no creen en ella, tampoco saben declarar la guerra ni respetar a los prisioneros, enfermos y civiles que no intervienen en los referidos conflictos. Los servicios de inteligencia deben estar mirándose las caras para buscar respuestas frente a una realidad en que el apasionamiento y el triunfalismo ha consumido a Occidente. La única realidad es que el EI sigue mostrándose desafiante y amenazante en el mundo. La masacre en Sri Lanka debe llamar la atención de que no existe ningún rincón del planeta seguro. Creerlo es un completo error.