“Quedan pocos días, nadie recordará lo que diga ni sus propuestas, pero verán a un hombre con muchas ganas, con mucha energía, que desea la presidencia más que nadie”, decían los asesores de Emmanuel Macron, a puertas de las elecciones presidenciales en Francia. Al final ganó, sin ser un político conocido y con un partido que había formado meses antes.

“Lo único que querían saber los franceses era quién era el que más deseaba la presidencia”, diría el mismo Macron luego de su triunfo.

Si tenemos en cuenta que la mayoría de electores toma sus decisiones a basadas en la emoción, parece que hasta el momento no hay un candidato que responda a esa expectativa. Por ello, los indecisos y los que votarán en blanco o nulo tienen gran espacio en los últimos sondeos.

Los que tienen más problemas son George Forsyth y Julio Guzmán, quienes mes a mes están en franco descenso. La máxima de los marketeros, Luego hay un pelotón de candidatos con gran cantidad de promesas y soluciones mágicas que ya los están desbordando. Cuando sucede esto la gente ya no les cree. Pero eso no es todo, algunos, por llegar a la meta, hasta desinforman.

Apelan al recurso más ruin de las campañas. El asesor político de candidatos republicanos en Estados Unidos, Roger Stone, decía que “entendió el valor de la desinformación cuando (en los años sesenta) alguien dijo que Richard Nixon había anunciado clases los sábados y en los colegios donde se soltó ese rumor arrasó John F. Kennedy”. En estos tiempos, es más difícil mentirle a la gente, pero nadie desiste de ello.