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Cuando a “indignados” televidentes de la programación que ofrece la TV local en señal abierta les recuerdan que su control remoto es el método más eficaz para desaparecer del mapa cualquier producción que no está a la altura de su “sensibilidad e inteligencia”, se ofenden y afirman que esa no es la fórmula; piden a gritos mano dura y exigen hasta que les quiten las licencias a los responsables de tanto exceso. Pero lejos del drama, y aunque parezca una respuesta demasiada sencilla y elemental para quienes exigen mejores contenidos en la pantalla chica -que evidentemente también pasa por autorregulación y respeta la ley de radio y televisión-, la decisión más contundente para rechazar lo que no nos gusta será de primera mano: la elección. No me agrada; entonces agarro el control, cambio de canal, no veo el programa, baja la audiencia, cero auspiciadores, fuera de la pantalla. Así funciona, aquí y en la misma BBC. Pero... cómo hacemos con esos mismos que se jalan los cabellos, hacen marchas, escriben furibundos ataques contra lo que ellos llaman “televisión basura”, pero, a la hora de la verdad, usan su control remoto para cambiar de canal cuando se les ofrece ese tipo de televisión, ese que les quita el sueño. No entendemos ese doble discurso que en los últimos días terminó por reducir a 15 minutos, sabrosas, entretenidas y reveladoras entrevistas que Beto Ortiz nos presentaba en Maestra vida. Una apuesta que refrescaba, un programa de actualidad con personajes que se merecen todos los honores. ¿Pero qué pasó? La audiencia no fue la esperada, el público decidió, dijo hasta aquí... “next”. Esa es la purita verdad, esos mismos que quieren una programación al estilo National Geographic, concursos de nuevos talentos... pero de la ópera y realities de baile con ejecutantes de la escuelas nacionales de la especialidad; esos mismos dijeron que Maestra vida quedará solo como un bloque de Beto a Saber. Y Ortiz sabe muy bien lo que es eso, que el público dé la espalda a La máquina del millón, un programa de preguntas y respuestas que solo duró 12 entregas y que El valor de la verdad, por el que aún lo recuerdan y le lanzan los más duros calificativos, llegara a picos de 51 puntos cuando tuvo a Tilsa Lozano contando su romance con el “Loco” Vargas. Doble rasero, doble moral, me encanta la cochinada, pero exijo pureza en la televisión, que además me aburre y no veo. “Maestra vida, de justicias e injusticias de bondades y malicias aún no alcanzo a comprenderte”.

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