Conocidas las tres candidaturas a la secretaría general de la Organización de los Estados Americanos (OEA) -la del s.g. actual, el excanciller uruguayo, Luis Almagro; la de la excanciller ecuatoriana, María Fernanda Espinosa; y la del actual embajador peruano en los EE.UU., Hugo de Zela-, las negociaciones -léase movidas y pugnas- mirando la elección prevista para el 20 de marzo de 2020 muestran que los astros podrían ponerse del lado peruano. Lo voy a explicar. Almagro y Espinosa son candidaturas frontalmente distintas y responden a dos bloques políticos contrapuestos en el continente. En efecto, Almagro, cuya candidatura ha sido presentada por Colombia, cuenta por tanto con el espaldarazo de Washington, que es el hegemón del hemisferio americano y, de paso, del mundo. Con este país se encuentran los Estados de la región que jamás intentarían desentonar con las pretensiones de su política internacional y son tradicionalmente los que han orientado sus intereses con histórica dependencia político-económica estadounidense. Aquí están los países del Grupo de Lima y todos aquellos confesos antichavistas, también llamados Gobiernos de derecha o conservadores. El otro bloque, el que avala a la embajadora Espinosa, quien fuera ministra de Relaciones Exteriores del Gobierno de Lenín Moreno, tiene a Cuba y Venezuela como sus paradigmas. Son las naciones progresistas y de la izquierda latinoamericana. A Almagro le ha ido muy bien mostrándose desde el comienzo frenéticamente antimadurista y esa es la razón del respaldo de la Casa Blanca; a Espinoza ahora la apoyan México y Argentina -la de Alberto Fernández que asume la presidencia en dos días más-, determinadamente antialmagristas. Washington, que sabe que los países del Caribe son numéricamente importantes, dependientes de México y adictos al petróleo llanero, sumarán a la candidatura de la también expresidenta de la Asamblea General de la ONU, lo que significaría la seria amenaza de que la OEA, contando con 18 votos, caiga en manos progresistas. Frente a un Almagro con evidentes serias resistencias, la del embajador hijo de tacneño, que implica un equilibrio ante dos excancilleres en pugna -ha sido representante permanente del Perú en la OEA y conoce este foro político de memoria- podría erigirse por estas circunstancias. Todo recién comienza. Veremos.