Ahora, huérfana por la reciente partida del genial Quino, la niña Mafalda mira retrospectivamente el tiempo en que apareció (1964), descollando rápidamente dentro y fuera de Argentina. Mafalda, que vivió como nadie el impacto de la Guerra Fría, no fue comunista ni capitalista. Tampoco conservadora o liberal.

Aunque dominada por su tiempo, en que más parecía hippie, progresista o activista, en realidad fue una niña esencialmente contestataria, que es distinto, es decir, todo lo cuestionaba, y su rebeldía intrínseca giraba en torno de las injusticias y las desigualdades, por eso fue muy sensible con todo lo que la rodeaba, y en su idealismo se enfrenta contra el mal con su mayor arma de defensa: la pregunta. Integrante de una familia de típica clase media -su padre era un corredor de seguros y su madre una discreta ama de casa-, Mafalda, eso sí, yacía consumida por la ira al ver el mundo de cabezas y lo describe como una maqueta porque despreciaba a los mediocres que injustamente colmados por la suerte o promovidos por las mañas, llegaron a tener el poder político que no merecían.

Mafalda es Quino de niño aunque el afamado humorista gráfico mendocino (1932) siempre decía que era estructuralmente la consecuencia del gobierno de su imaginación por las coyunturas que le tocó vivir.

Quino entendió mejor que nadie el laberinto del poder y la política de los 60 y los 70 en que sus viñetas de Mafalda, lo volvieron inmortal, y cuya creación como máximo legado, fue la primera niña precozmente política de la segunda mitad del siglo XX. Quino llevó a la política internacional -por ejemplo, la guerra de Vietnam y su invocación por la paz-, al estrato de la vida doméstica de una niña que dejaba boquiabiertos a sus padres con sus comprometedoras alocuciones, rompiendo los esquemas de solamente ver a la niña jugar a la ronda o con muñecas.

Mafalda, entonces, era irreverente dislocando con respeto a sus interlocutores y en ese tramo, está su mayor herencia para con la vida que le dio el propio Quino al crearla: el inconmensurable valor de la dignidad, eso que jamás se negocia. Allí está, a mi juicio, y más lejos de la fama, la grandeza de Quino y de Mafalda.