Ayer celebramos el Día de la Fuerza Aérea del Perú. Se realiza cada 23 de julio porque en esa fecha de 1941, el entonces teniente FAP José Abelardo Quiñones Gonzales (1914-1941) se inmoló en la zona conocida como Quebrada Seca con su avión “Pantera” contra las posiciones ecuatorianas, durante la guerra que Perú y Ecuador sostuvieron ese año y que culminara con la firma del Protocolo de Paz, Amistad y Límites de Río de Janeiro en 1942. Muy bien por la FAP y sus 18 mil miembros, que permanentemente relievan la proeza de Quiñones cargada de inconmensurable valor nacional. Pero en torno del inmortal chiclayano, declarado Héroe Nacional en 1966 y máximo ícono de la aviación militar del Perú, siendo ascendido al grado de capitán, y 31 años después, en 1997, a la condición de Gran General del Aire, existe una tarea pendiente para el Ministerio de Educación, es decir, establecer que la currícula escolar dedique su mejor metodología para destacar al máximo su descollante figura.

La inmensa mayoría de peruanos conocemos de memoria a Miguel Grau y a Francisco Bolognesi, los que están incorporados en nuestro imaginario también como héroes nacionales por sus gestas en Punta de Angamos y en el Morro de Arica, respectivamente. Pero no todos a Quiñones. El exalumno de los colegios SS.CC. Recoleta y Nuestra Señora de Guadalupe, también debería estarlo en esa merecida intensidad de recordación. Quiñones, a sus 27 años de edad, no se inmoló para dejar a salvo su honor personal como sucedió con gran parte de los pilotos nipones o kamikaze durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Quiñones no fue un suicida. Lo hizo porque tuvo arrojo, un estado personal excepcional en el que ya no importa la vida sino solo la Patria que lo vio nacer y por la que decidió morir. Quiñones, como Grau y Bolognesi, pensó en el Perú antes que en él mismo. Allí está su grandeza que debe ser conocida y recordada por todos los peruanos, sobre todo, en momentos como los que hoy vive el país. Más esmero, entonces, en nuestra política educativa para que a TODOS los peruanos nos quede impregnado en nuestro imaginario colectivo el inmortal Quiñones.