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Las coimas no reconocidas por Odebrecht en el caso Gasoducto Sur Peruano han revelado la existencia de un cáncer oculto y soterrado en el organismo del Equipo Especial “Lava Jato”. No pocos habíamos cuestionado hace un tiempo el sesgo político que ha imperado en ciertas investigaciones de Odebrecht, el afán disparatado de multiplicar los pedidos de prisiones preventivas, los métodos vedados, el esfuerzo selectivo y la siempre consistente impresión de que a la portadora de estos nefastos ilícitos penales se le trataba de ahogar en una tina de agua tibia de 10 centímetros de profundidad. Las sospechas han crecido y las coimas no reveladas por el caso Gasoducto Sur Peruano obligan a una quimioterapia más agresiva. Desde el Equipo Especial, Rafael Vela Barba ha dicho que Odebrecht viene colaborando y brindando información sobre este tema, pero lo anunció solo después de que el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ) lanzara desde Ecuador la bomba de que los muy despiertos y avivados brasileños no habían confesado ni todos los montos ni todos los casos de la oscura corrupción en la que están envueltos. Pese a que ese descubrimiento tiene ribetes de felonía, Vela Barba suele extraer siempre -¿por qué será?- un escudo protector contra las esquirlas de diferentes niveles y tamaños que amenazan a Odebrecht: apapacharlos, engreírlos, librarlos del peligro. Ahora se espera que el fiscal coordinador muestre que combatir el cáncer de la corrupción implica extirpar toda la podredumbre y que sería nefasto devolverle a Odebrecht los S/524 millones que pide por exceso de fideicomiso, candado que con absoluto rigor anexó la jueza María de los Ángeles Álvarez Camacho. Es hora, pues, que demuestre imparcialidad y que también tiene vela en este entierro.