“Vamos a tener una segunda ola y tenemos que prepararnos, aunque sea un poco tarde (…) Al principio de diciembre había pocas personas que iban con síntomas a los hospitales y, de pronto, en las últimas dos semanas ha aumentado”, dijo el epidemiólogo peruano César Ugarte.
“Lima, Lambayeque y Piura ya están en segunda ola (…) Tumbes, Ica, Moquegua, Arequipa y Tacna se encuentran en un rebrote importante”, manifestó Miguel Palacios, Decano del Colegio Médico del Perú.
Estos mensajes son claros y solo reflejan la realidad. Si no están de acuerdo con estas opiniones, buenos son los datos. El 30 de diciembre la positividad PCR era de 9% en todo el país y en los siguientes días subió hasta 15%, el triple de lo que recomienda la Organización Mundial de Salud.
Estas cifras solo proyectan lo mal que enfrentamos la pandemia. No solo de la gente, que generó aglomeraciones por las compras navideñas y por las celebraciones de fin de año, sino también de los diferentes niveles del gobierno.
La reacción del Ejecutivo ha demorado, pero al final parece que tendrá éxito. El presidente Francisco Sagasti alcanzó un estado de inmovilización que alarmó a todos.
Felizmente dejó la pasividad, que solo era un periodos de paciencia y espera. Llegó el momento de la acción a partir de un cambio en la forma de afrontar los peligros del coronavirus. El anuncio de las vacunas representa la esperanza de todo un país, que tiene como prioridad vencer al coronavirus en el 2021.