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Mientras que algunos políticos optan por las generalizaciones baratas en detrimento de nuestra propia gente, para avalar sus propios fanatismos, sin embargo, cada tanto uno se encuentra con hechos que le devuelven la esperanza en los peruanos. El martes que pasó me tocó vivir la experiencia de ir a almorzar al Real Plaza de la Urbanización Pro, en Lima Norte. Como estaba con prisa, lo hice en la plaza de comidas, pero cometí el descuido, al terminar, de dejar en el asiento mi billetera con 200 dólares, mil soles, dos tarjetas de débito, brevete, DNI y cuatro USBs donde cargaba desde material de clase hasta documentos en proceso. Atiné a darme cuenta ya en el estacionamiento, como 15 minutos después. Sin mayor esperanza, retorné a la mesa donde había almorzado, pero no había billetera. Entre resignado y deprimido, me acerqué a un vigilante de nombre Adriano Guerra y le expliqué el caso, con total desánimo. “No se preocupe señor, aquí nada se pierde”, me tranquilizó. “Dígame su nombre y qué marca y color y qué contenía la billetera”, y tomó exhaustiva nota. Y añadió preocupado: “Cálmese, no le vaya a pasar algo a su salud”. Hizo una llamada a la central y me pidió que lo acompañara. A los cinco minutos, nos encontraba otro vigilante llamado Luis Valerio con mi billetera en la mano. “Revise por favor”, me dijo amablemente el segundo vigilante. Estaba todo igual que cuando la dejé. Confieso que me quedé con la boca abierta, no solo de la honestidad de estos dos hombres sino de la organización del mall, especialmente cuando uno ve en otros similares de barrios muy pudientes, que no se responsabilizan ni por el robo de un espejo. Profesionalismo que va marcando una cultura humana y empresarial de Lima Norte, digna de resaltar. Mi agradecimiento y admiración a los señores Guerra y Pajuelo, y a la persona anónima que reportó primero el hallazgo y al mall. Necesitamos gestos así.