La aprobación del matrimonio homosexual en los Estados Unidos ha desatado una ola creciente de optimismo en un futuro por la igualdad de derechos en todo el mundo; eso pasa cuando los gobernantes dejan sus intereses y creencias de lado para gobernar para todos y no solo para quienes los aplauden. Y este hito es muy importante, porque deja una huella histórica tan valiosa como la abolición de la esclavitud y el restablecimiento de los derechos de los afrodescendientes.

“Es una victoria para los Estados Unidos”, ha dicho el presidente Barack Obama y es verdad, porque finalmente la lucha permanente que han librado los ciudadanos homosexuales de ese país tuvo sus frutos y ahora todos los norteamericanos son iguales ante la ley; y claro que eso es una victoria, no solo para ellos, sino para la humanidad.

En nuestro país, el camino aún es largo y la lucha continúa lenta pero segura. El presidente Ollanta Humana ha dicho, evitando las críticas de los sectores conservadores, que “cada país tiene sus propias realidades” y que “una cosa que funciona en un país no necesariamente pueda funcionar en el nuestro”, como si los derechos de las personas fueran una “cosa” y que se trata de una receta de cocina.

Peor aún, para el primado de la iglesia Católica, Juan Luis Cipriani, el matrimonio homosexual es una “tragedia”; es decir, para quien supuestamente representa la bondad, la solidaridad y el amor entre seres humanos, es una tragedia ser feliz y expresar su amor libremente. Sí, pues, son realidades distintas; una cosa es tener representantes inteligentes y otra tener a Humala y Cipriani.