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Boris Johnson, primer ministro del Reino Unido (RU), que ha hecho su carrera política mostrándose como el mayor abanderado del Brexit o salida del RU de la Unión Europea (UE), acaba de realizar una jugada política maestra con el único objetivo de que nada impida su obsesión por ver consumada la desvinculación del reino de la UE. Lo voy a explicar. Desde que un referéndum en junio de 2016 decidió mayoritariamente que el RU dejara el mayor bloque económico al que ha llegado el Viejo Continente en su historia internacional, la idea de sus promotores todavía no se ha cristalizado, produciéndose en ese camino que dos primeros ministros tuvieran que renunciar por el propio Brexit: David Cameron, que cumpliendo su promesa de campaña para el premierato convocó al referido referéndum y que al sobreponerse el Brexit no tuvo más remedio que alejarse del gobierno por no estar de acuerdo con el resultado, cuyas consecuencias consideró siempre fatales; y recientemente Theresa May, por no conseguirlo con un acuerdo de por medio, como era lo esperado para evitar que la salida sea traumática. El premier Johnson sabe, entonces, que el ciento por ciento de su carrera política y permanencia en el cargo depende de que se haga realidad el Brexit que ha profesado a los cuatro vientos. Para conseguirlo -está convencido de que debe hacerse con o sin acuerdo- se ha valido de una medida, aunque políticamente cuestionada, completamente constitucional. En efecto, el exalcalde de Londres ha formulado petición a la reina Isabel II para que suspenda las actividades del Parlamento por algo más de un mes -del 12 de setiembre al 14 de octubre-. Solo la monarca de 93 años formalmente lo puede hacer y siempre por pedido del primer ministro. Al conseguirlo, la oposición ha sido neutralizada, pues no podrán contar con tiempo suficiente para armar una estrategia que impida la salida sin acuerdo. La reina, que no habría estado de acuerdo con la movida de Johnson, no tuvo más remedio que aceptarla, pues no podía impedirla. La apertura del Parlamento británico en octubre, entonces, será decisiva al coincidir con la del Consejo Europeo en Bruselas, contando los parlamentarios del RU con más elementos para sus determinaciones definitivas sobre el Brexit. Lo único cierto hasta hoy es el aumento de la incertidumbre en el RU por su futuro.