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Aunque el líder de las FARC-EP, Timochenko, el día de la firma del Acuerdo de Paz definitivo entre el Gobierno Nacional y esa guerrilla, en la ciudad de Cartagena de Indias, aseguró que la X Conferencia guerrillera había acordado unánimemente respaldar el acuerdo, ha corrido la información por el propio presidente peruano que podrían haber remanentes de los alzados en la zona de la frontera colombo-peruana, que se habrían resistido al nuevo statu quo de vida pacífica en el país cafetero. De ser cierto, confirmaría la tesis que no existe acuerdo absoluto ni perfecto. Pero, ¿por qué razón una porción disidente de las FARC -de haberla realmente- tienda a generar un plan de penetración en el territorio peruano? La zona de frontera entre ambos países no es fácil. No solamente existe un tráfico a todo nivel: de personas, comercio de bienes y servicios, sino que por su circunstancia de informalidad y clandestinidad prevalecientes, es un espacio que facilita las acciones al margen de la ley. Por alguna razón Perú y Colombia ya mantienen una relación de frontera activa donde cada año se reúnen los presidentes con sus gabinetes ministeriales. Con todo lo anterior, debemos trabajar hipótesis y escenarios, por lo que las acciones de inteligencia deben incrementarse. Nuestros agentes son buenos y debemos contar con una porción de ellos a dedicación exclusiva. Pero no se crea que a nuestras fronteras debemos mirarlas como el objeto central de nuestra política exterior, tal como sucedió durante nuestra vida republicana desde las primeras décadas del siglo XIX. No; sin embargo, debemos estar atentos para asegurar que no se produzca ninguna violación de nuestra soberanía nacional. De haber grupúsculos de lo que eran las FARC deberán ser neutralizados de inmediato, y para ello importará y mucho, un trabajo conjunto y articulado entre Lima y Bogotá. Veremos.