Si los resultados a boca de urna son confirmados progresivamente por la ONPE, Keiko Fujimori habrá conseguido una remontada electoral histórica sobre Pedro Castillo, que para muchos resultaba utópica, para convertirse en la primera presidenta del Perú -después de tres intentos- y salvar a nuestro país de la amenaza extremista que representa la propuesta comunista diseñada por Vladimir Cerrón.

También es válido decir que el profesor chotano ha sido un hueso duro de roer en razón a que su discurso, aunque repetitivo y escaso, sintoniza con las demandas de un buen sector de la población que ve en él la posibilidad de la reivindicación social después, además, de la defección de los últimos inquilinos de Palacio de Gobierno, inmersos en sendos escándalos de corrupción a fajo partido.

Ahora, si bien el eventual triunfo le corresponde a Fujimori Higuchi, muchos peruanos fueron a votar por ella tapándose la nariz, asustados por el modelo restrictivo, sabiéndola el “mal menor”, como sugirió Mario Vargas Llosa, y lo que esperan con ilusión es que, desde el 28 de julio, pague las culpas de su padre (algunas son impagables), las suyas y las de Fuerza Popular con una gestión decente, sin descuidar “tu salud, tu comida y tu trabajo”.

Pero primero tendrá que salir airosa de este empate técnico (50.3% contra 49.7%, según el boca de urna de Ipsos/América TV) y la voz cantante la tendrá la ONPE. Por ahí se escucharon gritos de “fraude”, no obstante, ambos candidatos deben pedir calma a sus huestes porque es un margen muy finito de diferencia y el ganador final se conocerá por fotografía, hablando en términos deportivos.