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En situaciones de crisis y turbulencia política, los ciudadanos comunes corremos el riesgo de terminar con una tremenda intoxicación informativa. Mareados y con náuseas. Veamos: primero respóndase a sí mismo si anda buscando la verdad o prefiere escuchar o leer lo que le desearía que fuera. Si es lo primero, en sus lecturas del Facebook o del Twitter es posible que no lo encuentre, porque casi siempre el lector promedio agrega a sus contactos en ambas redes a quienes piensan como uno mismo. Es una minoría aquella que busca dos puntos de vista contrapuestos, para ver si coinciden o discrepan. La verdad, recuerde, no es producto de un promedio. Si uno dice que fueron 100 y el otro 80, la verdad no será 90. Este tipo de lecturas comparativas deben diferenciar entre la descripción de hechos tangibles (“El documento se entregó”, “el documento no se entregó”). Las opiniones (“a mí me parece culpable”, “a mí me parece inocente”) pertenecen a otra categoría informativa y no deben mezclarse con la “verdad”. En este rubro están los columnistas; aquí hay de todo como en botica. Tenga cuidado con los tibios. Son preferibles aquellos que no esconden su corazoncito, militancia y simpatías políticas. Sin embargo, tome con pinzas a los estridentes y los que abusan de adjetivos e insultos, porque son los recursos de los que se quedaron sin argumentos. Las columnas de opinión no son dogma de fe. Las opiniones que no se argumentan bajo una concatenación de hechos son solo buenos deseos o especulaciones. Operadores políticos y plumas de alquiler hay por todas partes, hasta en los medios más “serios”. La ventaja de las columnas (sean estas en cualquier formato: impreso, radial o audiovisual) es que responden a una persona que las firma y pone en juego su credibilidad. Naturalmente, siempre habrá sinvergüenzas a los que les tiene sin cuidado aquello, porque saben que gran parte de la audiencia tiene mala memoria o poco le importa. Pero es en las noticias donde es fundamental que los hechos sean verificables, contratados y ciertos, donde no siempre aparece el aval de la firma de un periodista y los asume el medio. No es la cantidad de fuentes a la que usted recurra sino la calidad de ellas lo que le podrá dar a usted la tranquilidad de estar mejor informado y, en consecuencia, según corresponda, tomar decisiones correctas si los datos que maneja son verdaderos.