La controversial muestra gráfica expuesta en el LUM merece un análisis sobre el juego de poder que se da en las más altas esferas.

Salvador del Solar ha indicado que la muestra no es neutral y tiene elementos inclinados en una dirección. Resulta imposible que en el mundo del arte y la cultura se evite que los puntos de vista, la ideología y la forma de entender la vida y la política no se pongan de manifiesto. Hay una dosis de política en este juego, y provocar es justamente el objetivo. Una muestra puede calar mucho más en el imaginario colectivo que un discurso de un político.

Lo que faltó en esta ocasión fue balance o equilibrio. Yo hubiese preferido que visiones contrapuestas de lo que ocurrió en nuestro país en ese periodo hubieran tenido cabida en ese recinto. Pretender desconocer que esa lucha ideológica se dio y se sigue dando en todos los frentes no parece ser lo más sensato.

Los promotores y defensores de la muestra dicen que no promueven un discurso de odio sino que emplean el arte y la cultura para tender puentes.

Si de recordar y emplear la memoria se trata, convendría incluir en el LUM muestras sobre el país que teníamos con Alan García en el poder.

Todas las muestras tienen sesgo, sin excepción. Unas estarán a favor de unas ideas y otras las combatirán. De nuestros promotores de la cultura dependerá cuán plurales sean estos espacios construidos para reflexionar sobre nuestra sociedad.