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No alcanzamos a comprender que para combatir al crimen no podemos hacer lo mismo que hacen los criminales, a quienes reprochamos matar impunemente. Que para hacer justicia tenemos que ser superiores a los criminales, a pesar de que en nuestras entrañas el dolor nos reclame sangre. Si matamos como ellos matan, seremos iguales a ellos. De otro lado, no sé si los responsables de la seguridad habrán comprendido a cabalidad el mensaje que les quiso enviar la ciudadanía marchando por las calles de la ciudad repudiando el crimen y la delincuencia. Lo que les ha dicho es que quiere ver a las autoridades en las calles, al gobernador, al alcalde, al jefe de la Policía, y a quienes la ley manda, patrullando y persiguiendo a los delincuentes. Todos los días, o una vez a la semana, presentándose ante los medios informando a la comunidad de los resultados de sus operaciones. Las autoridades tienen que ponerse delante de sus tropas, con su pechito, dando el ejemplo a sus subalternos y enseñándoles cómo quieren que se haga lo que les exigen. Que para eso se les ha elegido o escogieron esa vocación profesional. No sé si realmente a la que tenemos que declarar en emergencia es a la Seguridad Ciudadana. Después de ver cómo unos policías rematan a unos delincuentes -suponiendo que lo sean- y de escuchar el gran bonetón entre gobernador y alcalde, pienso que mejor sería declarar en emergencia a estas instituciones. Las circunstancias actuales demandan carácter. No es momento para el peloteo. Es obligación del Estado -que para eso pagamos nuestros impuestos- y del sector privado de la comunidad dotarlos de todo lo que necesitan para la misión: vehículos, combustibles, comunicaciones, armas y la logística correspondiente. Solo queremos escuchar resultados, ya nos cansamos de escuchar pretextos, excusas y otras historias.

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