Nuestro bicentenario como país nos toma en un escenario que ni los más grandes pesimistas pudieron prever hace apenas uno o dos años. Por un lado, tenemos una brutal pandemia que se ha llevado hasta ahora a más de 100 mil peruanos y ha destruido la economía, y por otro nos encontramos frente a un proceso electoral en el que lo que menos abundan son las opciones dignas del inmenso reto que habrá que afrontar desde el 28 de julio.

Además, los 200 años nos toman en medio de una gravísima crisis moral personificada por los implicados en los casos “Lava Jato” y “Los cuellos blancos del puerto”, a los que habría que sumar el nauseabundo affaire de las vacunas VIP para Martín Vizcarra, Pilar Mazzetti, Elizabeth Astete y compañía, mientras cientos de peruanos anónimos y sin “padrino” morían cada día sin obtener una cama UCI o un balón de oxígeno.

Ahora tenemos un grupo de candidatos a la Presidencia que no logran convencer cada uno ni al 10 por ciento de la gente. Incluso, entre los punteros precarios está la opción chavista de Verónika Mendoza, cuya propuesta nos aseguraría el fracaso total. Si no lo creemos, veamos lo que pasó con Venezuela, de donde la gente tuvo que salir y optar por vender caramelos y mendigar en los semáforos de cualquier otro país, antes que seguir bajo el desastre de Hugo Chávez y Nicolás Maduro.

El Perú no merecía cumplir 200 años de esta manera, en medio de la tragedia por la pandemia y de la incertidumbre de unas elecciones en las que quizá tengamos que elegir, como tantas otras veces, al menos malo, al que no nos asegure un descalabro mayor. No olvidemos tampoco al Congreso, que sin duda deberá ser muy distinto al actual plagado de demagogos, irresponsables, populacheros y de gente que jamás debió ni siquiera ser parte de una lista de postulantes a regidores distritales.

Quienes salgan ganadores en estas elecciones, tanto en la Presidencia de la República como en el Congreso, tendrán por delante la responsabilidad histórica de levantar un país, y eso no lo pueden hacer ni los improvisados, ni los oportunistas ni los defensores de tiranías ni los que se quedaron con las recetas fracasadas de los años 70. Quedan casi 50 días para reflexionar sobre el Perú que queremos para el futuro.